Escribe Javier Morales que «El cobijo que nos ofrecen los buenos libros, los imprescindibles, que siempre leo en papel, es como el de los árboles, nunca defraudan» (pág. 35). Esa experiencia placentera la he tenido con la lectura de lo nuevo de Javier Morales, este libro titulado Caminar con Gary Snyder y otros poetas (Almenara, Tundra Ediciones [Col. Paseos, 18], 2025), del que proviene la frase, que vincula la escritura y la lectura a la benignidad de la naturaleza. Esto es un principio vital en este escritor placentino cuyas obras de ensayo desde 2017 (El día que dejé de comer animales, y Las letras del bosque, de 2021, o el «panfleto ecoanimalista» La hamburguesa que devoró el mundo, de este año) y de narrativa (Monfragüe, de 2022, o los relatos de Escribir la tierra, de 2024) han venido reafirmando su convicción de que nuestro futuro está en una nueva forma de relación con la naturaleza, una relación respetuosa, sostenible, no prepotente. Este nuevo libro es una prueba más de esa militancia naturalista, en esta ocasión en clave de paseo literario y real, pues recorre la obra de autores como el escritor norteamericano, naturalista y beat, Gary Snyder, cuya preeminencia lleva al título de este ensayo que reivindica también un entorno natural como la sierra de Guadarrama y el perderse en sus montañas y bosques. Morales vuelve a citar la sentencia de Snyder en La práctica de lo salvaje (Madrid, Varasek Ediciones, 2016): «los libros son nuestros abuelos» (pág. 36). La había recordado en su anterior libro ya citado La hamburguesa que devoró el mundo (Prólogo de Ruth Toledano y epílogo de Marta Tafalla. Madrid, Plaza y Valdés Editores, 2025, pág. 93), que incluía —al final y en letra pequeña, como para no pecar en exceso de insolente erudición— unas útiles notas con información bibliográfica sobre las obras aludidas en el texto. Esto lo echo en falta en Caminar con Gary Snyder y otros poetas, pues son muchas, como tal paseo literario, las alusiones a escritos de autoras —como Natalia Ginzburg, Mary Oliver, Robin Wall Kimmerer, Marta Tafalla, Maribel Orgaz, Grace Paley...— y autores — Yuval Noah Harari, Andrés Campos, Vicente Gallego, David Le Breton, Henry David Thoreau, Jorge Riechmann...— cuya localización precisa agradecería el lector interesado en estos temas. No es tanto problema para quien tenga La hamburguesa..., pues coinciden algunas referencias; pero no costaría nada añadir una lista al final y así dar más sentido a esa identificación entre el libro y la naturaleza que se exalta en estas páginas, a esa insistente voluntad de aprender a leer la naturaleza y ese «leo libros para entender la tierra que piso» (pág. 22). Por otro lado, la condición de Caminar con Gary Snyder como cuaderno de viaje a Cercedilla y su sierra en dos etapas («Otoño/Invierno» y «Primavera») me ha traído a la memoria a mi llorado amigo Antonio Sáenz de Miera (1935-2021), y aquel libro promovido por él de Aurrulaque (Madrid, Ediciones La Librería, 2017), que conmemoraba los treinta y cuatro años de marchas por la sierra que tomaron ese nombre de «resonancias euskéricas» y que siguen convocándose. Aquel libro fue testimonio y crónica de una devoción que logró la declaración de la Sierra de Guadarrama como Parque Natural en 2013, y lo firmaron, además de Antonio Sáenz de Miera, Antonio Guerrero, Álvaro Bermejo, Julio Vías y Eduardo Martínez de Pisón. Gracias a ellos, y ahora a Javier Morales y su Caminar por bosques y poetas, comparto el amor y la comprensión de un espacio natural en el gozoso ritual de la lectura.
domingo, noviembre 16, 2025
Caminar con Javier Morales
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martes, noviembre 11, 2025
Vida y milagros de Antonio Gómez
«Poéticas indisciplinadas» es el título de la conferencia de Antonio Gómez programada este jueves por el Museo Vostell Malpartida. Una nota de difusión del acto dice que la «charla —parece que el término tiene un carácter más informal y menos solemne que el de conferencia— explorará la historia de las revistas ensambladas en España y utilizará la propia obra de Antonio Gómez para exponer similitudes y diferencias entre poesía visual, poesía-objeto y poesía performativa». Sin lugar a dudas, será un privilegio contar con el testimonio de primera mano de quien ha sido protagonista de una forma de difusión artística alternativa como las publicaciones colectivas que se conocen como revistas ensambladas —«museos transportables» se denominan en algún sitio— , pues Antonio Gómez no solo fue el promotor de revistas como Píntalo de verde o la Caja de truenos, ambas iniciadas en 1994, la primera de carácter gráfico y la segunda de carácter objetual, sino que posee una de las mejores colecciones de estas creaciones, por copiosa y por internacional, que existen en España. Será este jueves 13 de noviembre, a las 19:00 horas, en el Museo Vostell Malpartida de Malpartida de Cáceres. La noticia de este acto me llegó poco después de recibir un ejemplar dedicado del último libro de Antonio Gómez, publicado en la treintañera colección de cuadernos poéticos Planeta Clandestino de Ediciones del 4 de agosto de Logroño como número 276: Vida y milagros, con un prólogo («Mix-Álitos») de Antonio Orihuela. El libro es el resultado de una nueva manipulación del artista extremeño de Cuenca a partir de unos materiales que se reúnen o juntan, en una suerte de reconversión que deriva en subversión dada la naturaleza del objeto encontrado que sirve de origen. En este caso, l'objet trouvé es un antiguo libro de Primera Comunión de 12 x 7 cm. cuyas páginas sirven de base para los collages de Vida y milagros. Me aventuro a suponer que el libro es El Consejero de la Primera Comunión. Obrita compuesta y arreglada con sencillez y claridad para uso de los niños y niñas que se preparan para hacer la Primera Comunión. Por un devoto mariano. Tours (Francia), Imprenta y Librería A. Mame é Hijos, s.f., una edición personalizable con las «Épocas notables de la vida» —nacimiento, bautismo, confirmación y primera comunión— que circuló desde principios del siglo XX en España, hasta los años setenta. Sobre 65 hojas sueltas de ese librino de 208 páginas, Antonio Gómez ha pegado recortes muy variados de papel provenientes del otro fondo material base de su obra: revistas ilustradas y otras publicaciones diversas. Salvo en el caso del «Índice» final, que lleva la huella dactilar entintada en azul del autor. Esta estampa cierra un conjunto abierto con una intencionada primera página que deja ver en el recordatorio del niño que recibe a Jesús Sacramentado la fecha de 1951, el año de nacimiento de Antonio Gómez. Vida y milagros, creado durante el confinamiento de 2020 con los materiales disponibles sin salir de casa, emparenta con la numerosa obra de Gómez relacionada con lo religioso o sacro, o que se apoya en las connotaciones de sus elementos representativos, y que traté en «Antonio Gómez, devoción por la imagen», un texto publicado en la revista Ars Sacra (núms. 26-27, 2023, págs. 135-136). En el prólogo de Vida y milagros, Antonio Orihuela destaca cómo Gómez descontextualiza un libro religioso y clausura «su lectura con nuevos materiales destinados a subvertir los valores instituidos, llevando a cabo una crítica demoledora contra los fetiches católicos y contra su discurso ideológico» (págs. 6-7). Así, sobre el soporte de las páginas de El Consejero de la Primera Comunión, gracias a un minucioso y paciente trabajo manual que desoye la facilidad que nos ofrecen las herramientas digitales, se posan multitud de pedacitos de un mundo también de papel, gráfico y no textual, que remiten a muy diversos campos de significación: la sociedad moderna, la enseñanza religiosa, la mercantilización de lo espiritual, la monarquía, la prensa, la infancia, el mundo animal, la muerte, la imagen de Federico García Lorca, la naturaleza, la música, la represión...; todo un mosaico de vida y de milagros leído desde la imaginación y la contestación crítica de un poeta plural.
Publicado por Miguel A. Lama en martes, noviembre 11, 2025 0 comentarios
martes, noviembre 04, 2025
Sirat y el folio y medio
No hace mucho vi Sirat, la película de Oliver Laxe de la que se ha dicho que es impactante. Me impactó para bien. Para mal, la lectura de algunas opiniones sobre ella. Puedo entender que la observación final de una de las críticas que leí fuese «me pareció y me sigue pareciendo horrenda y cruel, y nunca más querría volver a verla», o incluso un juicio como «una tortura cinematográfica con los recursos más arteros»; pero ni comparto ni comprendo por injustos e irrazonables comentarios como: «Esto es lo que pasa cuando hombres vacíos intentan hacer cine, cultura en general, que queda un relato vacío», o que se trata de una película «sin sentido, vacía, sin dirección, sin mensaje, sin espiritualidad» con diálogos «ausentes, forzados […] con pretensiones de simbolismo que solo estropean la escena», a lo que se añadía una trama sin estructura e inverosímil. No puede ser que se diga eso del complejo artístico que supone toda película seria y honesta, como es, sin duda, Sirat, de este director cuya filmografía ha sido reconocida con premios reputados, como el del jurado de Cannes por esta obra. No pretendo destripar nada de una película que, más que otras, contiene un hecho sorprendente, un sobresalto; pero si alguien que no haya visto el filme no quiere seguir leyendo este comentario por si le induce a alguna revelación sería recomendable que lo dejase aquí. La negatividad y el carácter destructivo —y ofensivo— de algunos de los juicios que he podido leer sobre la película de Laxe me llevan a pensar en que quienes se expresan así lo hacen afectados por ese elemento de la historia que resulta sorprendente, inesperado, y que con su reacción están pidiendo al cine algo que no es. El cine no es solo una historia. Una sorprendente crueldad sin aparente justificación no puede ser utilizada como un argumento para acusar a una película de absurda, sin guion. Es lo posible, y a lo posible, por absurdo e innecesario que sea, no se le puede poner ese reparo. Siempre he defendido este reflejo de lo real absurdo e incómodo en el cine; frente a la lícita defensa de que uno no va al cine a pasarlo mal. (Así creo que rezaba una crónica que leí en El País sobre los ecos de la cinta tras su estreno). No es una película vacía, tiene argumento, los diálogos no estropean nada, y propone un mensaje que uno puede contextualizar en un marco apocalíptico en el que se sitúan unos personajes que proceden de otro medio —los europeos en la rave que se ubica en Marruecos y que se desplaza hacia el sur, hacia Mauritania—, desclasados o desnortados, tullidos, que finalmente compartirán con los autóctonos la huida o un camino distinto, que se abre hacia algún otro sitio, o ninguno. No pretendo hacer una reseña de la película, que me ha interesado mucho, está bien hecha y bien interpretada, desde Sergi López, destacado, hasta actrices desconocidas para mí como Jane Oukid o una espléndida Stefania Gadda; solo quiero manifestar la gran injusticia que es descalificar el trabajo de un director y de un amplio equipo de personas en folio y medio, que es esa medida en la que hace ya muchos años Muñoz Molina, hablando de crítica literaria, envasó la saña olímpica de un lector —o espectador— que despelleja y desdeña en ese espacio un esfuerzo de años.
Publicado por Miguel A. Lama en martes, noviembre 04, 2025 0 comentarios
sábado, noviembre 01, 2025
Los que vuelven
En estas fechas, la de hoy y la de mañana, me acuerdo de la expresión grotesca que Valle-Inclán nos dejó de un cementerio en Las galas del difunto, el esperpento en el que Juanito Ventolera suelta una opinión sobre la guerra que suelo recordar cuando suenan las bombas en el mundo o cuando Trump riñe al Gobierno español por no incrementar el gasto militar: «Allí solamente se busca el gasto de municiones. Es una cochina vergüenza aquella guerra. El soldado, si supiese su obligación y no fuese un paria, debería tirar sobre sus jefes». No es la primera vez que la transcribo aquí. Pero hoy recupero más a propósito una lectura que ya anuncié: la antología ilustrada Los que vuelven (Valladolid, Editorial Deméter, 2025), con dibujos de la artista vallisoletana Lucía Vázquez de Prada. Son relatos mortuorios breves de autores y autoras del XIX como Pedro Escamilla, Emilia Pardo Bazán, Enrique Fernández Iturralde, Guillermo Forteza y Carmen de Burgos, más una sección final con textos aparecidos en la prensa desde 1789 hasta 1866 sobre la preocupación de enterrar cuerpos aún vivos. El Periódico para Todos, El Imparcial, Los Sucesos o La América son algunas de las publicaciones que acogieron unos relatos que afrontaban, con negra ironía o con fantástica moralización, el delicado asunto de la muerte. Así, en el del prolífico Escamilla —«La catalepsia»— o el del juicioso y ocurrente mallorquín Guillermo Forteza —«Al través de un diamante»—. De Pardo Bazán se recogen dos cuentos, y creo que son más conocidos. De hecho, uno de ellos, «La resucitada», sigue siendo reeditado, como recientemente, este año, en el Colegio de México (La resucitada y otros cuentos de irrealidad, en edición de Claudia Cabrera Espinosa). El texto más próximo cronológicamente, el de Carmen de Burgos, La mujer fría, fue publicado en 1922 en la «revista frívola» Flirt, es también el más largo de la antología —incluido también en esa misma fecha en la colección «La novela corta»—, y es, en mi opinión, el más alejado de lo puramente tétrico y fantástico, que se ve superado por una profundidad en el dibujo de la figura de la mujer que resulta fascinante por su decadentismo y, casi, su superrealismo. Frente a quienes gustan de acompañar estos días de Todos los Santos y de Difuntos de sofisticadas ambientaciones, propongo naturalizarse con la lectura de estos relatos de cadáveres más aparentes que reales. ¿O es al revés?
Publicado por Miguel A. Lama en sábado, noviembre 01, 2025 2 comentarios
miércoles, octubre 29, 2025
Haroldo Conti
Hace pocos días en una librería de Madrid me hice por siete euros con la segunda edición —quizá mera reimpresión, al mes de la primera— de En vida, la novela de Haroldo Conti que ganó el Premio Barral de 1971. Se me presentaron a la vista del ejemplar la circunstancia de que se ha cumplido este año el centenario del nacimiento de este escritor argentino y el hecho de que sigue siendo uno de los desaparecidos de la dictatura militar. También que este título no estaba entre los que busqué a finales de los ochenta en la biblioteca de la Facultad, y que sigue sin estar (tampoco en el fondo de Zamora Vicente, tan nutrido de literatura iberoamericana). Anoto, sin más, este recuerdo a Conti. Y, por cierto, el número de este mes de la Revista de Occidente (núm. 533, octubre 2025) publica el texto del discurso —«Escritura y exilio»— de Sergio Ramírez en el acto de graduación del Instituto Universitario Ortega-Marañón en Madrid el 6 de junio de 2024, en el que el escritor nicaragüense se incluye tristemente en la «larga tradición de quienes pagan un precio por sus palabras», y evoca nombres que habían padecido muerte, desaparición, cárcel o destierro, entre los que estaban «Haroldo Conti, secuestrado y desaparecido a manos de la dictadura del general Videla en Argentina en 1976; y Rodolfo Walsh, asesinado en Buenos Aires en 1977 por la misma dictadura» (pág. 247). Allí existe un Centro Cultural de Memoria que lleva el nombre de Haroldo Conti, que es un espacio de difusión y promoción de la cultura, la educación y los derechos humanos, ubicado en el edificio de la antigua y siniestra Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). En su página web se puede leer el legajo núm. 77 de la desaparición del escritor: «El día 4 de mayo de 1976 fue aprehendido cuando retornaba a su domicilio de Capital Federal a medianoche, junto a su compañera Marta Beatriz Scavac Bonavetti y el bebé de ambos. Allí tenía que aguardarlos un amigo. Al arribar a la vivienda, el amigo se encontraba ya maniatado, había un grupo de individuos vestidos de civil, quienes golpearon brutalmente a la pareja y la encerraron allí mismo, mientras se peleaban por el reparto del «botín»: los sueldos de ambos, percibidos esa mañana, efectos patrimoniales de toda naturaleza, etc., dejando escasamente los muebles de gran tamaño. Robaron los originales de todas las obras de Conti, y documentación personal». Estaba a punto de cumplir cincuenta y un años.
Publicado por Miguel A. Lama en miércoles, octubre 29, 2025 0 comentarios
sábado, octubre 18, 2025
El solar de Gaza
Siempre habrá alguien que quiera pisotear al débil, que arrebate al otro lo poco que tiene, y siempre, mientras pervivan la maldad, la ambición, la violencia y el odio, será necesaria, siempre seguirá siendo necesaria, una llama encendida, la luz de una vela que testimonie la contestación pacífica contra la barbarie; pero también contra la paz precaria, con condiciones. Una vela encendida porque hay razones para el pesimismo, para temer que las operaciones cosméticas solo simulan un cambio, que toda paz es para preparar la guerra, y que quien ha destruido hasta lo más pequeño para ganarlo todo, ambiciona mayores riquezas con la necesaria reconstrucción de aquello que abatió. Por eso, cuando uno relee la prensa de hace más de cuarenta años a la luz de los sucesos recientes, sigue teniendo motivos para el pesimismo y el pensamiento sombrío, y sigue, pues, siendo necesario mantener una llama encendida. Quise esta mañana que estas palabras precedieran la lectura de unos pocos poemas de algunas autoras originarias de Palestina, como Hanah Ashrawi o Naomi Shihab Nye, y de otros poetas, como Najwan Darwish, en la Vigilia contra el Genocidio en Gaza, una acción de solidaridad y resistencia de 24 horas organizada ayer y hoy en la Plaza Mayor por la Plataforma de Personas Refugiadas de Cáceres y la Plataforma Cáceres con Palestina. La consulta estos días de algunos textos antiguos publicados en la prensa española sobre el conflicto palestino-israelí ha nublado la promesa de un futuro benigno. Me sacude lo escrito por Gema Martín Muñoz («Prolegómenos del Estado palestino»), en El País el 31 de enero de 1996; el mismo medio del que acumulo recortes de Juan Goytisolo («Israel, Palestina y sus diásporas», «Palestina: memoria y mito», de 1982 y 1987), que publicó allí una serie de seis artículos bajo el título de «Ni guerra, ni paz» con la entradilla de «La ilusión surgida de los acuerdos de Washington y Oslo se desvanece ante la cruda realidad de los hechos» (12 de febrero de 1995). Qué lejos su Diario palestino de 1988 —cuando su serie televisiva Alquibla—, que recogió años después en De la Ceca a La Meca. Aproximaciones al mundo islámico (Alfaguara, 1997), y en el que escribió: «El tratado de paz firmado simbólicamente por un grupo de escritores, artistas, universitarios israelíes y palestinos, fundado en el mutuo reconocimiento de sus respectivos Estados, retorno a las fronteras del 48 y desmilitarización de Jerusalén, convertida en ciudad abierta y capital simultánea de ambos, nos recuerda de forma oportuna que las situaciones creadas no son irreversibles y los conflictos étnico-religiosos, por arduos y enconados que sean, tienen salida.» Qué lejos.
Publicado por Miguel A. Lama en sábado, octubre 18, 2025 0 comentarios
lunes, octubre 13, 2025
Don Giovanni
El pasado viernes cumplí un sueño. Puede sonar ampuloso; y en cuanto se conozca la causa, la impresión será de condescendencia por la falta de lustre del que tanto ha tardado en conocer lo sublime. Asistí por fin a una representación en vivo del Don Giovanni de Mozart. Fue en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, y en la buena compañía de mis allegados amigos Miguel y Rocío, que tienen la dicha de vivir a treinta pasos del sitio y usan su casa como aseo y ambigú del teatro en los entreactos. De veinte minutos fue el del viernes, para separar el acto I (80 minutos) del II (75 minutos), y nos dio tiempo a ir y volver evitando colas. Pocos reparos puedo poner a lo visto y lo oído, aunque ya no me encuentre en ese estado de arrebatamiento de saberme allí, en un teatro con el aforo de mil ochocientas butacas completo, asistiendo a la ópera de las óperas, que dijo Wagner. Poco sé de matices y de coloraturas, y todas las voces me parecieron sobresalientes, y no puedo compararlas más que con grabaciones recomendables. Además, tuve la suerte de repetir la experiencia —la primera fue con Carmen de Bizet en junio pasado, también allí— de oír a un segundo reparto cuyas críticas han sido mejores que las del primer plantel. Y así fue el viernes, con Jan Antem como don Juan, Daniel Noyola (Leporello), y las voces femeninas de Brindís Guðjónsdóttir (doña Anna), Karen Gardeazábal (doña Elvira) y Montserrat Seró (Zerlina), además de Pablo Martínez como don Ottavio, Luis López como el Comendador y Yoshihiko Miyashita como Masetto. Todo bajo la segunda dirección del jovencísimo Mariano García Valladares. Fastuoso. O, como escribió Antonio Moreno —«lo que puede cambiar una misma función de ópera según quien esté al frente de todo en el foso» —el sábado en el Diario de Sevilla: «Nervio y drama». En embocaduras así, me impresiona toda escenografía y la solución de una plataforma giratoria que permitía los cambios de las grandes paredes divisorias me pareció un acierto, salvo en algunos momentos en los que se perdió vista —desde nuestra terraza lateral— y se amortiguaron las voces. Una cabeza de toro que abrió la primera coreografía se repitió en varios momentos de la obra asociada a la fuerza y poder sexual de don Juan, y sirvió para matizar el cierre («Questo è il fin di chi fa mal!»). Mientras ignoré que la producción es alemana —de la Ópera de Colonia—, me sirvió para justificar el recurso como un guiño a la Sevilla de la plaza de toros colindante, ay. Dos circunstancias más me apetece anotar, una previa y otra posterior a la experiencia: la lectura de un sugestivo artículo de Ángela Pérez Castañera sobre literatura y música en la formación del mito de don Juan (Matèria, 21, 2023), que me gustó conocer antes de la escucha, quizá por confirmar que, como dijo Mozart, en una ópera «es absolutamente necesario que la poesía sea la hija obediente de la música». Lo segundo, finalmente, es que he escrito estas líneas con Don Giovanni, ossia Il dissoluto punito resonando en una grabación bajo la dirección de Claudio Abbado que me aviva el recuerdo.
© Guillermo Mendo. Diario de Sevilla
Publicado por Miguel A. Lama en lunes, octubre 13, 2025 0 comentarios
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